martes, 21 de enero de 2014

Caminar juntos

Un largo e interminable traspiés. Es el sumario de nuestra andadura por la presente campaña. Hemos estrenado el nuevo año sufriendo un nuevo vituperio, esta vez frente a Económicas (0-45). Van tres consecutivos y nada invita a pensar que hayamos terminado de caer.

En lo que al encuentro se refiere eludiré las chanzas y el no saber ganar de los economistas y encomiaré -lejos de chovinismos- el arrojo y el empeño de los kosakos, especialmente el ardor guerrero de los recién incorporados. Referirse a estos tíos como novatos es cuanto menos peyorativo. No resulta fácil recibir un baño de barro cada vez que uno desciende hasta el campo de rugby en busca de una superación personal. Lo realmente difícil de vestir esta panoplia de barro es la impotencia que sientes al no poder despojarte del repugnante hedor a fracaso. La inconclusa purga de la derrota.

Telmo a punto de sacar por en enésima vez de centro.
Hace ya un tiempo que venimos incubando un sentimiento incómodo. Al pitido final del señor ya no le sigue el júbilo por el trabajo bien hecho. Si acaso, tan solo la entonación de un nada atronador ‘Querida Enriqueta’. ¿Cómo hacer entender a los bisoños que partirse la cara partido tras partido, sin obtener siquiera la recompensa del ensayo, tiene sentido, en ocasiones uno más evidente que el camino hacia la profesión elegida? ¿Cómo transmitirles la idiosincrasia del juego cuando aún no han participado de las hechuras del equipo?

A vosotros, bisoños, os ruego me permitáis descubriros mis escorzos en torno al rugby. Quizá así consiga insuflaros el ánimo para lograr lo que para nosotros, los veteranos, es ya un desvarío: Como el resto de duchos, atesoro unas cuantas campañas en Ciencias de la Información. Desde su génesis, cinco años como jugador y uno desde el exilio voluntario del Sin Bin. Pese a mi parca experiencia puedo reconocer un amor legítimo hacia el rugby y, por encima de todo, hacia la mezcolanza de individuos que han engrosado las filas de este equipo, con alguna excepción.

En todo este tiempo no he dejado de experimentar una calidez hogareña en Cantarranas. En aquel terruño he sido protagonista de la reinterpretación rugbística de la Batalla de las Termópilas: el melancólico tiro a palos errado por el prófugo Juli ante Geológicas hace dos temporadas. El destierro forzado del Central.
Basta mirarnos ahora en el nunca bruñido espejo del vestuario para comprender que los vetustos no somos sino fantasmas de carne obstinados en triscar por un Edén que nos negó la entrada años atrás. Nunca llegamos a pisarlo vestidos de corto (Iñaki sí, de rosa además), pero siempre nos hemos pensado expoliados por el destino.

Ahora que os veo a vosotros romper desbocados contra las líneas rivales, cabalgar enajenados hacia el malaventurado del equipo contrario que porta el balón, sé que da la hora de que capitulemos responsabilidades en vuestros hombros.

Cheta, un artista del tres tiempos
Aunque trágicas, aquí uno os anima a vivir y gozar todas las experiencias que os ofrece el rugby. Hacedlo y un día os descubriréis apreciando la belleza de jugar un partido uno de los atardeceres en vísperas del verano.

Es en esas tardes, en esos lapsos, cuando todo cobra sentido: haberse matriculado en Ciencias de la Información desoyendo el consejo paterno de hacerte abogado; congraciarte con el efectivo mensaje de captación del equipo de rugby de la facultad y acudir al primer partido, tortilla en mano; saberte héroe de una tragedia griega aunque hayas vencido sin tan siquiera placar o pensarte derrotado aun después de haber dejado el sello de tu hombro en los muslos del rival. Sólo entonces la vida se torna perfecta y el mensaje de la deidad que anduvisteis buscando llega con claridad y sabiduría.

No se trata de admitir la senectud de las primeras hornadas de Info, sino de reconocer que para los más vetustos la destreza nunca fue el juego, sino todo lo que viene después: la camaradería, los terceros tiempos hechos amaneceres, la edificación de un gigante rocoso y macizo…

Os toca culminar el banquete que no pudimos digerir; a nosotros, seguiros a la zaga o en cabeza, dependerá de las exigencias del guión; los ya retirados continuarán en la banda, mal que nos pese, recriminando los golpes de castigo que provoquemos y reclamando como propios los ensayos; pero todos terminaremos saboreando una cerveza con regusto a metal. Compartiendo nuestro reducto a la libertad.

Fotografías: Holly Jones

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